JOSÉ MANUEL VELASCO, EL ALMA DEL COLOR EN EL MISTERIO DE LA ARQUITECTURA

Buscador empedernido del alma del color en el misterio de la arquitectura, José Manuel Velasco, integrante del Movimiento Caos, vinculado a la Galería Tate Tate de Madrid durante los años de la movida madrileña, es un pintor andaluz universal, auténtico transformador de instantes, que halla la magia en la evidencia de la presencia del color. Lo emplea como filtro o pócima que se estructura en torno a su propia idiosincrasia. Fuerza, determinación, constatación de la potencia de los cambios de tono. Colores contundentes, que salen del alma, que expresan el grito de quien no halla consuelo en la vida cotidiana, porque se encuentra más allá de este terrenal mundo. Gritos en el silencio de la gran oscuridad, que se traducen en imágenes de una profunda revelación, en exclamaciones de un sentimiento arraigado, de un dolor que se encuentra emplazado en las axilas y los poros de la piel. Configura el camino del caballero andante, abierto a la parafernalia del azar, cuando los molinos de viento le amenazan y solo ve el mal engendrado en algo irreal. La locura avanza para el personaje de Cervantes, pero el pintor andaluz es un degustador de las aberturas que nos conducen al gran vacío cósmico, que se asienta en la propia conciencia, obligándonos a reflexionar. Vacío singular, especialmente preocupado por ser en sí mismo, coherencia absoluta, armonía con las energías que se hacen y deshacen, transformando los instantes en espejismos y en segundos de almas que no están con nosotros, pero que aún fluctúan en la conciencia. En su pintura destaca la proliferación de rojos intensos como el amor sublimado; de azules que viajan buscando nuevos cielos en la necesidad de hallar la luz que nos conduzca hacia otras realidades no biológicas. Esparce los verdes de la belleza de la libertad, que descansan en el individuo, entendido como un yo en el universo macrocósmico, en la configuración de talantes globales que son los que dan carácter a las grandes gestas y epopeyas. También está el no color, el negro y sus tonos, para descubrirnos las posibilidades de las diferentes llaves, que abren distintas aberturas hacia espacios que se hallan en lugares concretos, pero que van más allá de sus limitaciones, porque no hay final para una voluntad de liberar aquello que es indescriptible, la determinación del ser de constituirse en enigma y, a la vez, en la explicación del misterio. Se trata de ser verdaderamente fuerte, en el sentido de pretender trascender, pero, partiendo de arquitecturas sólidas, coherentes, que son templos y catedrales, que suponen recogimiento y fuerza.

Refleja las voluntades de las almas, las concentraciones de distintas energías, de conjunciones de luz que son como explicaciones etéreas, que poseen una implicación sólida en el tejido de lo paranormal, que surgen de la creencia en la propia consistencia del ser, más allá de las creencias de cada uno.

Refleja rostros de iglesias, capta las formas del vacío arquitectónico, las líneas de las catedrales, que son como grandes escenografías, que se superponen o armonizan, elaborando el discurso de lo conocido, el magma de la evidencia, la fuerza determinante de lo que puede existir y de lo que ya existe. Es como representar una obra teatral a partir de un escenario conocido, descontextualizándolo y reubicándolo de tal manera que su disposición transforma su discurso original.

Sus catedrales son como los rostros de los personajes que pinta. Seres, energías, almas que están para conducirnos hacia otras dimensiones que se hallan en lo más ignoto del misterio que nos define. Soledad de la comprensión del camino que hay que trazar, para encontrar y hallar, para ser y confirmar la fuerza de voluntad que se reorienta, que se vuelve a convertir en la globalidad del azul, en la determinación del rojo, en la evidencia del enigma. A veces, si miramos con detenimiento sus catedrales, vemos en ellas las líneas de las caras de sus personajes. En otras ocasiones sus personajes se convierten en catedrales por la magia del color, por su determinación en confeccionar líneas que definen fronteras, que auspician nuevas realidades partiendo de la gran realidad que nos envuelve a todos.

En su producción pictórica hay ausencia de luz y conjuntos de luces, determinaciones de lo evidente, fuerza pragmática de la visión de lo etéreo, del cielo azul que existe en nuestro pensamiento.

En el fondo José Manuel Velasco es un buscador de energías, es un pintor que cree en las personas, que utiliza su voluntad humanista para conectar con las energías que transforman la materia, que nos transforman a nosotros, que cambian la faz del mundo, sugiriendo un planeta diferente, considerado en sí mismo como la verdadera explicación de que existe un fino hilo entre la imaginación, la trascendencia y la realidad que nosotros conocemos.

No hay fuerza de voluntad más enigmática que lo evidente y constatable. A veces, lo más racional es, en sí mismo, un misterio. De ahí que sus catedrales sean templos de energía, que conectan con los rostros de los seres humanos, que en sí mismos sé auto definen como verdaderas iglesias. La suma de los seres humanos que están en el planeta tierra produce la fuerza de las catedrales. De ahí que las arquitecturas catedralícias del creador andaluz sean equivalentes a las expresiones de los diferentes personajes que se autorregulan para ser arquitecturas catedralícias y las catedrales se convierten en estructuras lineales, cromáticas y espacios donde aparecen caras y rostros con la determinación de la energía que todo lo ilumina. En su creación destaca la serenidad o expresión del alma, la sensualidad o la creencia en el enigma, la fuerza de la espiritualidad y la impulsividad de las vivencias biológicas a la vez.

Es un catador de cromatismos, capta el alma del color en el misterio de la arquitectura, que se nos revela como el fundamento de que existe una verdad en la diversidad que la maneja como si estuviera al otro lado del espejo de Alicia en el País de las Maravillas.




Joan Lluís Montané


De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)