JOSÉ MANUEL VELASCO, LA ABSTRACCIÓN, VERICUETOS DEL LENGUAJE QUE ASCIENDEN A CAMINOS EN LO INSONDABLE DEL CAMBIO

Cambio climático, la desestructuración de un mundo que está cambiando la polaridad de los polos. Un mundo que tiene a las Maldivas como punto de mira porque el mar aumentará de tal manera que estarán a punto de evacuarse en menos de un año si todo sigue de esta forma. Pero hay otros puntos geográficos en peligro: Europa, América, Asia, África, Oceanía… el mundo entero. Hay hasta mapas de cómo quedará el planeta después de que los polos se derritan. La nueva tierra, la nueva esperanza, el nuevo mundo que está a la vuelta de la esquina.

Pero… de momento, a pesar de la gran amenaza en ciernes, todo sigue igual. El guión se mantiene, los actores también, los problemas persisten, la función continua y nosotros que lo vemos nos lamentamos pero no podemos.

El planeta está sacudido por terremotos, maremotos, grandes inundaciones, pequeñas pero inundaciones repentinas, los polos se están derritiendo, los grados aumentan en el sur de Europa.

Esencia de la evidencia, vibraciones negativas, disfunciones materialistas que buscan encontrarse en la diatriba de la disquisición.

Hay una concentración de materia y anti-materia, de aspectos que inducen al cambio y la transformación dentro de una negatividad, debida a la falta de cálculo, mejor dicho al cálculo interesado de unos intereses geoestratégicos sin tener en cuenta a los ciudadanos, animales, plantas, minerales y paisajes.

Estamos viviendo un momento de maya desbocado, de frenesí obsoleto, que nos induce a la negatividad, a la captación de vibraciones que son las que desorientan al planeta, porque le están afectando de tal forma, que este no tiene más remedio que defenderse, removiendo sus entrañas, con volcanes, maremotos, inundaciones y otros fenómenos atmosféricos.

El poder es mente, la mente es el universo, la mente concreta el cambio y la transformación en esta realidad concreta del espacio-tiempo.

Nos encontramos en una tesitura de transformación y el cambio climático debido a la negatividad, a la noche oscura, a las emisiones incontroladas de CO2 y a otros factores más profundos y espirituales, se está profundizando.

Es por ello que creadores como José Manuel Velasco han optado por reflejar en su obra pictórica la animosidad de un mundo que se está rompiendo poco a poco de manera inexorable, aunque nos empeñemos en minimizarlo.

Su obra expresionista, muestras las heridas, las huellas palpables de este cambio anunciado que avanza con vértigo, que se posiciona con fuerza, que se evade de una armonía introduciendo una nueva decisión estructural en un entorno transformado.

Es un cambio, la dinamicidad del movimiento se está acelerando. Cuando hay armonía los cambios son serenos, cuando existe tensión, los cambios se aceleran y aparecen rompimientos.

Su obra abstracto expresionista constata esta pasión rota, la desesperación, colores, rojos, grises, negros, verdes, azules, en obras individuales, dípticos y cuatripticos. Todo en función de un escenario que no vibra a la altura de la calidad que se le exige en unos momentos en que el maya a superado la visión parcial y limitada que de la realidad posee nuestro cerebro humano.

La batuta del director de orquesta, de la Sociedad de Naciones, se ha disparado. Hay caos y descontrol, desgobierno de las energías y vibraciones, produciendo el malestar de todo el cuerpo planetario.

Es una evidencia interna de un planeta maltratado que debe coordinarse mejor para evitar la gran tragedia.

Manchas, superposiciones, salpicaduras, el pincel del artista andaluz universal expresa con rabia la situación, buscando y evidenciando la transmutación, empleando deconstrucciones gestuales.

Es decir que utiliza gestos, emblemas y manchas, desestructura y vuelve a estructurar. Realiza una investigación de lo dinámico, en la manera de sentenciar el cambio a partir del posicionamiento cromático, potenciando el abstracto, dentro de una tenebrosidad y experimentación especiales.

Es un artista que capta el momento, que se hace dueño del instante, comunicándonos ese interés magmático, esa voluntad de elevarse hacia el cambio a partir de lo comedido pero no intuido.

Viaja a través de las sendas del laberinto, mostrando su centro, conociéndolo, sabiendo que, después, hay que encontrar el camino de salida, sorteando los peligros. Muchos se quedan atrapados en el centro del laberinto, porque no poseen la llave de los enigmas.

Visceral, ordena el caos, se sumerge en el cambio constante, en la formulación de la transexpresión, en la voluntad del abstracto en comunicar aspectos insondables, determinados matices de un ego que se ha disparado.

Estamos viviendo al margen de la luz, es decir que el ego, el yo del ego, es decir el ego terrenal, está triunfando. Somos actores de un escenario que tiene los días contados, luego cambiará y todo se transformará.

Hemos de entender que debemos viajar más allá de la voluntad, forjando el cambio a partir del pensamiento positivo, dejando el ego encerrado al otro lado de la barrera de coral del pensamiento del hilo de cristal. Somos poetas en la noche que nos perdemos en conversaciones inútiles, en charlas que no nos aportan nada de especial, porque nos encontramos en la magnanimidad de lo anecdótico, perdidos en el hiperespacio de las voluntades inesperadas.

No estamos situados en el epicentro de lo que está revolucionado, en lo fenomenológico ascendente, porque el tren de alta velocidad del amar se ha ido a pescar cocodrilos al Delta del Nilo.

José Manuel Velasco es un pintor de emociones, capta los estadios del planeta, las pulsiones de la tierra, la fuerza de los volcanes, la perfección del ecosistema amenazado, que suda negrura por los poros de la amargura cotidiana. ¿Dónde se hallan los bosques de abedules? Las vacas se acaban, los pueblos de Europa se despueblan, el campo se convierte en una gran maquinaria de producir con extensiones infinitas de cultivos productivos mientras que los pequeños y hasta parte de los medianos cultivos se abandonan. Y… luego, soledad, aislamiento, misterio, enigma, el caos, la frecuencia de un suceso aleatorio que se repite en determinadas y diferentes coordenadas y se vuelve hacia nosotros con el gran interrogante.

La evidencia plástica de Velasco indaga en la llaga, enamorándose del fuego, de la caldera que bulle en el infierno de Dante. Ya lo decía el poeta: hay que pasar por etapas hasta conseguir el objetivo, no podemos perdernos por el camino, porque entonces el paisaje que estamos contemplando a través de la ventanilla imaginaria del avión que nos transporta nunca se materializa, se diluye, desapareciendo en la lejanía.

No hay nada, no hay detalle, forma, estructura, pintura, paisaje, vegetación, mundo, sistema solar, galaxia, universo, porque la tierra enferma llora gotas de sangre que se convierten en torrentes de lava que incendian la paz y ennegrecen los corazones.




Joan Lluís Montané


De la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA)