J.M. VELASCO, EXPRESIONES Y COMPOSICIONES



Todo el universo visible no es mas que una tienda de imágenes y signos (Charles Baudelaire)

El hombre se sostiene en las dos grandes coordenadas del tiempo y el espacio. Somos criaturas esplendentes de la caducidad y habitamos el misterio sagrado de nuestra mente. La extrañeza de vivir de que hablara Carmen Martín Gaite puede producir usura del tiempo en la conducta humana y la creación plástica viene a paliar la conciencia de fugacidad con la obra artística, que se prolongará más allá de la vida de su autor. Ese es el sueño del creador, aunque a veces ocurra lo contrario, como le sucedió al pintor griego Apeles, del que no quedó mas que la fama laudatoria de su tiempo sobre su pericia en la pintura y ni una sola de sus célebres obras. El género humano cuenta, para saber conducirse con el arte y el razonamiento dejó dicho Aristóteles

Las reflexiones vienen en el recorrido de la pintura de José Manuel Velasco. Una obra que se articula en esta muestra en torno a unas agrupaciones, a modo de series: Interiores, Retratos, Figuras y Dibujos durante la pasada década. Es tiempo de reflexión, de balance, de mirada hacia atrás sin convertirse en estatua de sal, porque el impulso de la continuidad sigue vivo y el futuro es casi previsible en esta muestra retrospectiva del último período.

Interiores mágicos.- Catedrales, iglesias, templos, teatros, arcadas, naves, claustros, ábsides, palacios... Estancias góticas, renacentistas, barrocas...El artista parece gozar con los amplios espacios que recrean la grandes construcciones del hombre. Espacios que producen asombro o recogimiento; Espacios universales, los llama el autor. Un homenaje a la arquitectura, a la visión tridimensional con perspectiva, con el juego fascinante de reconducirla al plano, a la bidimensionalidad de la pintura, arte ilusionístico por excelencia. Pero la trasposición de los Interiores no es textual o mimética desde la pupila, sino transmutada por el gesto y el color del artista, nuevo artífice del lugar a través de su propio lenguaje, de un expresionismo inmediato y suelto que recrea con fuerza la magia del lugar elegido, para darle su propia impronta. El autor trata la materia con firmeza. La aplica con el pincel y la mano al mismo tiempo, como si fuera una masa debidamente adensada. El artista necesita tocar la textura, percibir su efecto, calibrar la composición, aplicar el color y trazar el dibujo que se hace esbozo contundente y definitivo. Cuando se conoce bien la técnica, su aplicación permite una creación muy libre. El pintor entra en el lugar, habita la pintura, se mezcla con ella hasta fundirse con su cromatismo esplendoroso y salvaje. Colores restallantes de fuego, de sol, de selvas y de abismos... como si los vitrales del lugar representado estallaran en el calidoscopio preciso del cuadro.

Al artista le interesa la evocación sagrada y estética del interior, motivo de inspiración y fuente de referencias emocionales. Sus Interiores son lugares con evocación sacra o mágica y esa percepción es lo que trata de plasmar en los cuadros, en su mayoría de gran formato que requieren la amplitud y distancia de los grandes espacios expositivos para contemplarlos en toda su lucidez, en toda su intensidad.

Retratos en libertad.- El rostro humano es otro de los trasuntos históricos queridos y tratados en la pintura de J. M. Velasco. Cabezas de personajes relevantes o simbólicos como las de Cristo, Arlequín, Payaso, Antonio Gala en Escritor por destino, Oscar, el Autorretrato o la Mujer humillada... Retratos con rostros en primer plano que amplían la escala respecto al tamaño natural y cobran así un poder comunicador más intenso. Frente al retrato de encargo, el artista elige con libertad a sus personajes, en una elección reflexiva, emocional o afectiva. Es el caso de los retratos de sus padres o de la princesa que encarna en sus rasgos, en la expresión de su cara, la identidad y fisonomía de una tradición dinástica. Los rostros del retratado se tiñen de expresión en su hermetismo hierático o en ambigüedad; los sentimientos o las emociones también traslucen en ocasiones el sentido buscado por el autor. Junto a los rostros, con una atención precisa, el espectador puede detectar, en un cambio inferior de escala, algunas imágenes alusivas al personaje del retrato: una cúpula, una cruz, un avión, un ligero bombardeo... en definitiva un pequeño alfabeto icónico que enriquece el mundo del cuadro. Retratos con identidad, respaldados por el magisterio de Frank Auerbagch, uno de los referentes más elogiados por J.M. Velasco.

Figuras e identidad.- El cuerpo humano, en su desnudez o sin ella, ha sido un referente de reto y de riesgo para todo artista que busca en él la proporción áurea. Nada más clásico que el hombre, la figura humana como referente plástico, pero el artista de hoy sabe insuflarle el propio lenguaje para hacerlo icono contemporáneo, universal, eterno. Una imagen válida para el presente. Si analizamos con atención los cuadros de Velasco con este tema observaremos personajes extraños, ambiguos, híbridos o transexuales que indagan o cuestionan su identidad. ¿Quiénes somos? parecen preguntarse e interrogar al espectador. Son seres en busca de su definición de su manera de estar en el mundo. Indecisión, El desorden, Las tres gracias; Trío desnudo..., podrían ser algunos ejemplos. La materia y el gesto se reparten el trabajo de plasmarlos. Figuras con ironía, sonrisa tristeza, mirada inteligente o soledad, que el trazo expresionista representa como caricaturas tiernas y mimadas por el autor. Cuerpos y figuras clásicas en su modernidad. Pintura sin truco ni artificio. El arte es pensamiento más allá del ornamento y esto se ve con claridad en estas piezas.

Dibujos.- El dibujo es el trazo inmediato y fresco de un artista, la idea germinal de un boceto que puede llegar fiel o alterado al cuadro. “El estudio por medio del dibujo es absolutamente esencial. Si el dibujo nace del espíritu y el color de los sentidos, es preciso dibujar para cultivar el espíritu y ser capaz de guiar el color por los senderos del mismo”, señalaba Henri Matisse. Los dibujos de J.M. Velasco, bocetos o no, son siempre ejercicios de mano, trabajos de libertad, opera prima de lo instantáneo del pensamiento. Pájaros sueltos de un proceso inacabado como es la obra única y total de un artista. Velasco trata sus dibujos no solo con grafito o con ceras sino que gusta de añadir pigmentos pictóricos a base de aplicaciones, manchas o toques de óleo o acrílico. Son dibujos que compiten con la pintura como si reclamaran su particular protagonismo. El grafito define la forma del dibujo; el pigmento le dota de color.

José Manuel Velasco se encuentra en la estela fecunda del movimiento expresionista que hace del color un protagonista fuerte, violento y compulsivo. El expresionismo que viene de un cordón umbilical que ha alumbrado desde los movimientos Die Brücke (el puente) y Der Blauer Reiter (el jinete azul) en 1924, con nombres de prestigio como Kirchner, Franz Marc, Feininger o Kandinsky, que pasa por De Kooning, y llega hasta los expresionistas salvajes alemanes de los 80, sobre todo Basselitz.

Trazos firmes, colores intensos o negro como negación del color, a modo de luces y sombras, con la acción directa del pincel y de la mano, que actúan en la materia y el color; el pigmento –óleo o acrílico- se hace denso, táctil, empastado... Velasco va huyendo paulatinamente de la forma y parece tener como objetivo la abstracción rotunda en la que el color va a ser el que hable y afirme con su fuerza y sus ritmos. No sé si seré profeta, pero me atrevo a aventurar que este artista, en su proceso, llegará como su admirado Wassily Kandinsky a la depuración de la forma, a la libertad total hasta llegar a la abstracción, como lo hiciera el maestro vanguardista en su famosa acuarela de 1910. El autor no tiene prisa, se reta con prudencia a ir haciendo de la forma algo cada vez más sutil y evanescente, sin perder un ápice la fuerza del color que es, junto al gesto que marca los ritmos, el protagonista definitivo de su pintura. ...

El título de esta exposición parece un guiño, un homenaje, al pensamiento teórico de Kandinsky, quien señalaba que el propio ojo ha de quedar fascinado por la belleza del color.



Julia Sáez Angulo


De la Asociación de Críticos de Arte