POÉTICA EN PERMANENCIA

Mi interés por la pintura de José Manuel Velasco se despertó ante la serie de interiores. Los cuadros dedicados a las iglesias andaluzas obedecían a una concepción artística plena de exigencia, atenta a huir de cualquier emoción pintoresca, confiada a la intensidad y pureza del color, de estirpe fauvista. Puede decirse por todo ello que en aquella pintura de arquitecturas se encontraba el inicio de una poética llamada a permanecer en la experiencia y la obra del pintor que se podría calificar globalmente como lectura expresionista de la realidad y sus modos.

Me gustará recordar a favor de la exactitud crítica algunos hechos tan fundamentales como olvidados que tuvieron lugar en el seno de la cultura de finales de los ochenta, interpretada como el resultado de una doble crisis de pensamiento y del arte, que inspiraría la restauración neofigurativa.Esta sería una reacción ecléctica y hedonista, motivada por el desencanto producido por la modernidad ilustrada y vanguardista. Sin embargo las poéticas de la posmodernidad no bastan para explicar la totalidad de los procesos intelectuales y artísticos que preparaban el fin de siglo. Otras corrientes desde el Nuevo Expresionismo germánico a la experiencia radical de Baselitz, tan admirado por José Manuel, revelan que por debajo del juego formal predominante en el panorama del momento el compromiso del arte alentaba e impulsaba la creación en otras direcciones de mayor riesgo y dramatismo.

Es precisamente esta tensión moral y estética la que inspira el actual momento expresivo de José Manuel Velasco, su humanismo radical animado por un principio artístico esencial, que el color tiene como destino y función actuar no sobre la emoción sino sobre la conciencia. Asimismo que la forma no se agota al ser percibida sino que provoca e inicia un amplio proceso estético, de gran complejidad psicológica, ética e intelectual. El color, interpretado con libertad expresionista, auspicia una comprensión artística de la realidad que reúne y vivifica bajo la mirada aspectos de lo humano y lo animal, lo mismo que los espacios de la memoria salvados por esa cualidad comprensiva y única que le otorga lo pictórico, forma esencial y superior del humanismo profesado por el artista.

La renovada lección del compromiso, respira la creación y el compromiso humano del pintor que confía al color la expresión de la visión, el desciframiento de la estructura de la realidad y la experiencia más profunda de lo sensible.




Ignacio Henares Cuéllar


Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Granada