TRADICIÓN Y VANGUARDIA EN J.M. VELASCO
La pintura de José Manuel Velasco se orienta por los itinerarios de esa pasión contenida que caracteriza el tipo de alma del pueblo andaluz. No olvida el temblor de la tierra cuando ésta late como una decantación de las numerosas culturas que la han ido configurando. Pero ese sentimiento traspasado de amores y desamores, de sonrisas y lágrimas, de canciones para superar la tristeza y de penas encarnadas de coplas de alegría va más allá de la situación geográfica para encarnarse en valores universales.
Una pasión contenida que se transforma sobre la tela, con pincel o la mano, en bodegones, paisajes, interiores arquitectónicos, composiciones, figuras solitarias o grupos de personas que expresan los misterios del corazón humano y al mismo tiempo la situación de encrucijada que se vive de la sociedad actual.
Son dos polos definitorios del tiempo que vivimos, el territorio inevitable que todo artista debe transitar si no quiere quedarse fuera de la rápida evolución que estamos experimentando. En ella, la creación plástica está profundamente comprometida, detectando tanto los hechos como la posibilidad de determinar las direcciones nuevas y originales.
Y es en ese centro trepidante de emociones donde se encuentra la obra en marcha de José Manuel Velasco. Con ella está dando cumplida respuesta a un desafío pictórico que encuentra acercamientos y profundizaciones en las distintas etapas que ha ido consumiendo.
En realidad, José Manuel Velasco se enfrenta a una figuración de corte muy personal, variada, expresada de maneras y modos diferentes. A lo largo de los años ha pintado cuadros en los que predomina la elaboración de los espacios pictóricos. Sus últimos trabajos se plantean abiertamente la tensión entre el espacio y el pincel, la ordenación de nuevos mundos y realidades dentro de unos esquemas que tienen antecedentes en la tradición, pero que incorporan las exigencias de la sensibilidad actual y de la postvaguardia.
Estamos ante una pintura auténtica y un pintor de verdad. Siendo de hoy, la obra de José Manuel Velasco se entronca con las mejores experiencias creadas en cualquier época, con ecos de Munich, Ensor, Kokoschka, aunque cpor la tensión española, con Goya al fondo, derive hacia el predominio del color y de la luz. Sus pinceladas –últimamente ha incorporado el trabajo con la mano- centellean en los sólidos empastes matéricos, limpios no obstante por el sutil tratamiento que da al cromatismo y a la composición.
José Manuel Velasco presenta una obra madura y sin embargo abierta a esperanzadoras experiencias futuras.
Fernando Ponce